Escrito XI

 Presiento que lo bueno y lo malo van de la mano.

Tragar palabras y más palabras, construyeron de mí un palacio sin ventanas, así pues, sin vistas al paraíso. Y, me di cuenta que decir lo equivocado es menos hiriente que tragar y masticar lo inapropiado. Porque esto último es capaz de clavar la daga en mi cuello y perforarme como el tacón afiliado lo hace con el barro.

Necesito volver a nacer. 

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