Porque todos los recuerdos que hasta hoy eran olvidos, lo atraviesan y son grandes.
Volver a ver todo y verlo igual es estremecedor: y más aún cuando mis ojos son asimétricos porque ven a una chiquita corretear, que fui yo.
Que soy yo.
Y es que nada cambió, ni la puerta, ni el árbol ni las rejas.
Yo sí.
Y tú.
Que estás y no estás: que bajas las escaleras para ir a ver a la vecina cada mañana con dos tazas sutiles de café llenas de cotidianidad.
Y yo, que hoy las subo para recordar lo vivido: cuando volvías a subir con las tazas vacías por darnos amor.
Qué sensación más bonita : todavía ser nieta, cuando de la abuela solo quedan destellos de una estrella que decide brillar cada noche.
Herczeg Yael



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